jueves, noviembre 21, 2024
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Por: Gary Antonio Rodríguez Álvarez

Economista y Magíster en Comercio Internacional

¡Es increíble cómo pasan los años! Cuando nos damos cuenta del tiempo transcurrido, muchas veces vemos que gran parte de nuestra vida se ha ido ya, y -con ello- la oportunidad de haber hecho más y mejores cosas de las realizadas. Como dice la canción: ”El tiempo se nos va como el agua en las manos, sin poder evitarlo, y el reloj nunca vuelve atrás”. ¿Ha meditado sobre esto, alguna vez?

Frente al inexorable transcurrir de las horas, días y años, qué importante resulta saber que la vida, por más larga que parezca, es breve; que cada uno de nosotros viene a este mundo a cumplir una misión; y, que tarde o temprano, creyentes o no, absolutamente todos vamos a morir y cosecharemos el buen o mal fruto de lo sembrado (unos en esta vida, otros, más allá de la muerte).

Hago esta reflexión -en lo personal- por la cercanía de mi cumpleaños, algo que me recuerda que cada año que pasa estoy más cerca de partir de este mundo, llevándome a examinar mi vida y a hacer un recuento de lo hecho hasta aquí, para ver si estoy cumpliendo a cabalidad, con el cometido para el cual nací.

En todo caso, escribo este artículo, también, motivado por el Mensaje a la Nación del Excelentísimo Señor Presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Luis Alberto Arce Catacora, el 9 de mayo de 2023, destacando los principales logros de su gestión, a mitad de su mandato, provocando, como era de esperar, los infaltables apoyos y críticas que se suelen dar acorde a los tiempos políticos que vivimos.

Entre las generosas expresiones por las Redes Sociales, se llevaron la flor: “El PIB de Bolivia creció casi seis veces en los últimos 20 años”; “Bolivia avanza en la industrialización, economía diversificada y sustitución de importaciones”; “El presidente promete industrialización hasta el 2025, año del Bicentenario de Bolivia” y “Presidente boliviano aseguró independencia económica de su país”. A no dudarlo, todo ello hizo feliz a muchísima gente del oficialismo.

Sin embargo, hubo también ácidos reclamos diciendo que el Presidente “vende ilusiones y no da respuestas”; “Bolivia es un país en crisis”; “Media gestión de Arce confirma el fracaso del modelo masista”; “Evistas y opositores critican el mensaje de Arce; dicen que fue poético, maquillado y al estilo suizo”, llegándose incluso a un desafío público al Vocero Presidencial, Jorge Richter, por parte del analista económico Antonio Saravia, residente en EEUU, para debatir el tema…

Pero, volviendo a la reflexión del inicio, traigo a colación todas las expresiones anteriores porque detrás de cada una hay personas -gobernantes, gobernados e ingobernables- cada una con su propia historia, aunque ninguna de ellas con la verdad absoluta. Es cierto que el Presidente del Estado expuso sus mejores estadísticas, como también obvió otras que preocupan a sus detractores (déficit fiscal, caída de las RIN, inflación reprimida, subvenciones, endeudamiento, etc.).

Ahora, la gran pregunta es: Si ellos fueran gobierno… ¿No harían lo mismo?
De ninguna manera quiero justificar lo primero, de ninguna forma, pero… ¿Acaso se conquista a alguien, hablando de los defectos propios? ¿No se exageran, más bien, las pocas virtudes, para impresionar? Algo de esto pasa y no solo con el gobierno actual, pasaba también con los de la época republicana. Como dijo el sabio Salomón, hace siglos atrás: “La historia no hace más que repetirse; ya todo se hizo antes. No hay nada realmente nuevo bajo el sol”.

¿A dónde quiero llegar? A esta reflexión final: Si cada uno de nosotros cumple un rol en este mundo, lo deberíamos hacer con integridad, con generosidad, con verdad, con altruismo, con amor y por amor al prójimo, pues, el bien o mal que hagamos volverá a nosotros amplificado; cosecharemos lo mismo que hemos sembrado, pero multiplicado; los gobernantes recibirán, o no, el voto respaldatorio o sancionador de los electores; y, todos, una justa retribución de Dios…

Ahora, soñemos… ¿Cómo estuviera Bolivia, hoy día, de haberse autorizado la producción de biocombustibles y el pleno uso de la biotecnología en el agro hace 17 años? ¿Cuánto más se hubiera crecido sin restricciones a la exportación? ¿Qué, si se fomentaba el aprovechamiento integral del bosque de forma sostenible?

¿Y si se hubiera hecho del combate al contrabando una Política de Estado? ¿Cuánto más hubiéramos progresado con la formalización de la economía? ¿Qué hubiera pasado si hubiéramos revalorizado la producción nacional? ¿Y si la agenda pública se hubiera concentrado en la mejora de la competitividad? ¿Cuánto más hubiéramos progresado con un gran Pacto Social Productivo que nos llevara a un sinérgico trabajo público-privado, donde el empresario sea quien arriesgue, invierta, genere empleo de calidad para los bolivianos, y tributos y divisas para el Estado?

Si gobernantes y gobernados acordáramos construir un mejor país bajo tales premisas, lo podríamos hacer. ¡Entonces el futuro Mensaje a la Nación sonaría a Suiza y puede que hasta los suizos tuvieran envidia de nuestra grandiosa Bolivia!


Los planteamientos expresados en la presente columna de opinión no comprometen la línea editorial de esta casa periodística. 

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