Por: Lic. M.Sc. Willy Marcos Chipana Mamani
Este domingo, me encontré con un compañero camarógrafo en la preentrada folklórica del Gran Poder y me preguntó si algún día se acabará la producción de gasolina y diésel, debido a que cada año se incrementa la importación de líquidos al país. Inmediatamente le respondí que hay un descenso en la producción de carburantes por factores internos y externos.
En base a datos de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) y de la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH) es necesario señalar que entre 2014 y 2022, la producción hidrocarburífera de líquidos cayó de 63 mil barriles de por día (B/d) a 37 mil B/d, es decir, hubo un descenso de 26 mil B/d. Según la certificación realizada por la firma canadiense Sproule International Limited hasta 2017 y que fue difundida en 2018, Bolivia contaba con 240,9 millones de barriles.
Para sustentar lo mencionado, entre 2016 y 2021, la producción de gasolina cayó de 24.112 B/d a 14.809 barriles por día (B/d), lo que causó que el déficit de 4.185 a 19.256 B/d. En el caso del diésel, en similar periodo, se registró una caída de 15.903 a 11.190 B/d y el déficit se elevó de 15.245 a 24.103 B/d.
Sin embargo, el presupuesto que se asignó para la subvención a la gasolina y al diésel entre 2016 y 2022, se incrementó de Bs 1.424 millones ($us 204,5 millones) a Bs 11.832 millones ($us 1.700 millones). En Bolivia, el precio del litro de la gasolina es de Bs 3,74 y de diésel Bs 3,72.
En este sentido, se registra una caída constante en la producción de líquidos, pero a la par hay un aumento sostenido en la subvención a los carburantes. Este problema tiene una causa que radica en la falta de trabajos de exploración de nuevos campos petroleros que no se hizo en los últimos años, lo cual se refleja en la caída de la inversión sectorial entre 2014 y 2023 (programada casa matriz, operadoras y filiales) de $us 2.114,6 millones a $us 668,9 millones.
El aumento en la importación de carburantes y su subvención son el detonante para que el déficit fiscal se mantenga sostenible en 7,2% en 2022 y la consiguiente reducción de las reservas internacionales netas (RIN) porque mientras se necesite más gasolina o diésel para el mercado interno se requerirán más dólares para la internación, pues entre 2014 y el 8 de febrero de 2023, las RIN cayeron de $us 15.122 millones a $us 3.538 millones. Todo parece indicar que este año no habrá cambios en la magra producción de carburantes y en la subvención porque según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), entre enero y marzo de 2023, el costo de la importación de gasolina y diésel fue de $us 683,3 millones, lo cual es mayor a similar periodo de 2022 que fue $us 564,7 millones, es decir, hubo un aumento de $us 118,6 millones.
“Sobre llovido mojado”, YPFB debe comprar e importar la gasolina y diésel en función del precio internacional del petróleo que hasta este domingo 28 de mayo se ubicó en $us 72,6 el barril en el mercado WTI (West Texas Intermediate por sus siglas en inglés). El 29 de abril, el Presidente Luis Arce, reconoció el descenso en la producción de gas natural, debido a que los pozos “se cansaron”, cuya solución demandará “tiempo” porque se debe realizar “más exploración” y más inversiones”.
Por lo mencionado, se deduce que en el corto plazo el sector de hidrocarburos ya no es la fuente de generación de riqueza para el Estado y que se debe girar la mirada a otras áreas como la agroindustria o el turismo, para lo cual es necesario la aplicación de políticas públicas claras de apoyo e incentivos para su desarrollo. El objetivo central es generar dólares y más dólares para alcanzar el desarrollo, empleos seguros y salarios dignos.
Una posible eliminación de la subvención a los carburantes causaría que las familias de escasos recursos sufran los efectos, razón por el cual las autoridades del gobierno deben trabajar con todos los sectores para salir de la difícil situación en la que se encuentra el país.