Las “warmis irnaqiris”, mujeres que luchan para emprender con el arte de la confección de polleras

Tres veces a la semana varias mujeres se dan cita en el Sur de La Paz. Tienen un objetivo claro, aprender a costurar polleras para ganar dinero extra. Son parte de la Asociación de Mujeres Emprendedoras del Sur “Warmis Irnaqiris”, que en nativo aymara significa “mujeres trabajadoras”, quienes se reúnen en Ovejuyo, zona Llau Llau en Alto Calacoto de la ciudad del cielo.

La señora Teresa López desde sus 16 años aprendió a manejar la máquina de coser, realizaba costura y no dudó en apoyar a las mujeres con lo que ella aprendió. Tuvo que esperar a estabilizarse económicamente y emprender un negocio en la misma zona. Y hace siete años comenzó con la asociación.

Es la presidenta de estas “mujeres trabajadoras” quienes le quitan horas al tiempo para poder aprender este noble oficio y juntarse para realizar sus creaciones.

“Siempre hemos querido que salgan adelante, que aprendan con este emprendimiento, que aprendan en los cursos de confección en pollerería, para que también tengan un apoyo en sus casas para ayuda económica”, resalta Teresa.

Son más de una centena de ‘warmis’ que aprendieron el arte de la costura. Ahora están divididas en dos grupos, cada uno con casi 12 alumnas que aprendieron pollerería, faldas de pollera, macramé y blusas. Van por más, quieren aprender en los siguientes módulos a costurar deportivos y otras prendas.

Jannet Cari es una mujer joven que aprende este oficio por más de un año. Tiene múltiples obligaciones pero aun así quiere seguir con este objetivo. “Hemos aprendido a hacer las polleras pequeñas, polleras, blusas y ahora queremos aprender a hacer corset, chalecos y deportivos, estamos muy emocionadas por seguir aprendiendo y en el futuro abrir un negocio. Tengo un trabajo, pero esto me ayuda económicamente, tengo pedidos de mi familia y mis amigas y tengo un dinero extra siempre”, sostiene.

Junto a ella también ingresó la señora Dora Martínez quien también sueña con abrir un negocio o hacer una sociedad para seguir con las polleras. Es trabajadora del hogar, es viuda y cuida a sus hijos, una mujer que sabe lo que quiere en el futuro.

“Ya me han pedido polleras, centros, enaguas y estoy bien agradecida. Nunca aquí (en la zona Ovejuyo) había para aprender pollerería y ahora es un ingreso extra que tengo”.

En el lugar está Selma Quispe, la facilitadora de educación permanente quien ha visto el avance de las mujeres, les explica cómo tienen que realizar las prendas, controla y anota bajo lista la calificación que se merecen.

“Apoyamos a esas personas que necesitan ayuda, la educación permanente que es muy distinta a la educación alternativa, logra ayudar desde el inicio hasta el final a las mujeres y optan por un certificado con carga horaria, por ejemplo, tenemos técnicos básicos que han venido. Tratamos de apoyar siempre en todo, porque no siempre se puede captar rápido, fortalecemos a las mujeres con los cursos y se les entrega sus certificados que tienen validez”, cuenta mientras revisa las polleras de las mujeres.

 

Las clases son una escapatoria a toda la carga que tiene cada una, se apoyan, se instruyen y crean un ambiente de amistad.

 

“Es difícil, pero todo mi esfuerzo tiene su recompensa. Me sacrifico porque tengo mi trabajo, tengo mis hijos, tengo que atender a mi esposo, pero si yo quiero surgir y salir adelante tengo que trasnocharme y presentar lo que estoy aprendiendo”, recalca Jannet.

Existen mujeres que vienen desde Mallasa para aprender este oficio, otras van desde las laderas de la zona de Chasquipampa y Ovejuyo. Teresa cuenta que entre ellas existen mujeres que aún no han terminado el bachillerato y eso les impedía acceder a algún curso por la falta del título. Pero en el lugar pudieron encontrar apoyo para aprender un oficio y el impulso para seguir también con los estudios. “Muchas están en el nocturno de la escuela de Chasquipampa, quieren seguir adelante”.

Gabriela Quille lleva poco tiempo entre sus compañeras, sabe que la vestimenta de pollera cobra fuerza en la sociedad y por eso se esmera para aprender los mejores modelos que su imaginación le dibuje. “Aquí he aprendido mucho la confección de polleras y enaguas. Me estoy especializando en costura de blusas porque se ve mayor interés en la vestimenta de pollera y ya he aprendido harto, muchas no tenemos un negocio interno, pero nos hacen pedidos para bloques o para fiestas. Trabajo por las mañanas y vengo aquí por las tardes”.

Las primeras mujeres que accedieron a esta asociación aprendieron sentadas en el piso, doña Teresa había adquirido su vivienda con mucho esfuerzo para poder abrir las puertas a las ‘warmis’ y ese fue el inicio que recuerda con mucha nostalgia.

Muchas de ellas pudieron conseguir máquinas de coser a pagos gracias a la ayuda de una colaboradora, es así que se trasnochan cosiendo en sus casas para poder entregar pedidos y ganar un dinero extra.

“Hay una mujer que estaba mal de los nervios y yo le dije que aprenda este oficio, ahora tiene montón de trabajo, ella hace las ‘bastas’ de las polleras y apoya con eso, hace el trabajo en su casa”, cuenta Teresa quien también brinda consejos sobre economía a las asociadas.

“A mí me han capacitado sobre economía y les ayudo, les relato para que traten de ahorrar y no gastar mucho, antes flaqueaban del dinero, ahora ya venden”.

Las capacitaciones son año redondo, no tiene límite de edad, pueden aprender pollerería y macramé todo lo que es para la chola paceña, además ahora los cursos incrementaron costura de buzos deportivos, blusas, pijamas entre otros.

Se debe pagar para inscripción, el material lo adquieren en el mismo lugar a buen precio y realizan una feria para poder exhibir sus trabajos y venderlos.

Las “warmis Irnaqiris” son un ejemplo de perseverancia, pese a los roles con los que deben cumplir cada día tienen objetivos que cumplir y es salir adelante y poder tener una mejor economía para sus familias.

 

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