Por: José Luis Vega
Hubo un tiempo en Latinoamérica, los años sesenta y setenta del siglo pasado, en el que la ideología política dominante, en las universidades y entre los diferentes grupos políticos y movimientos intelectuales, era la que se conocía como: marxismo-leninismo.
De Marx esa ideología había tomado sólo algunas migajas, su obra principal, “El Capital” apenas encontró lectores entre sus partidarios. “La historia es la historia de la lucha de clases”, “Las revoluciones son las parteras de los cambios históricos”, etc. Una anécdota muy significativa es la que tiene que ver con Louis Althusser, un filósofo francés muy de moda en los años setenta del siglo XX. Uno de sus libros más leídos lleva por título: “Para leer El Capital”.
Muchos años después confesó que él tampoco había leído “El Capital”, de Marx, una obra, que, como muchas de las obras clásicas, es citado a menudo, pero rara vez leído. Sin embargo, los libros de Lenin sí fueron muy difundidos entre los intelectuales de izquierda y entre los estudiantes universitarios. Lenin ha sido uno de los políticos más cultos de cuantos han existido. Sus conocimientos de la literatura filosófica y científica eran amplios.
En 1909 publicó un libro cuyo título es: “Materialismo y empiriocriticismo”, una crítica radical y combativa a un libro que había publicado un antiguo amigo suyo, también dirigente del partido bolchevique, Bogdanov, que era el pseudónimo de Aleksandr Aleksandrovic Malinoskivj, un destacado intelectual, médico, traductor de “El Capital” de Marx al ruso, economista, filósofo.
Lenin arremetió contra él con toda la virulencia de que era capaz porque en su libro difundía las ideas de Ernest Match, su mentor ideológico, el filósofo y científico que había servido de inspiración a toda la primera generación de los físicos de la mecánica cuántica y de la relatividad. Lenin llama a las ideas de Mach “filosofía reaccionaria”, “filosofía de la burguesía”. Cree que la “fenomenología”, postulada por Mach, solo puede llevar al solipsismo, a la negación de la realidad objetiva.
Las ideas de Mach, y de sus discípulos, no niegan la existencia de una realidad material, en ese aspecto son tan materialistas como las de cualquiera. Lo que intentan mostrar es que la realidad no es tal como pensamos que es, porque la información que recibimos y que se envía al cerebro es procesada por ese cerebro, y es a esa interacción entre la información proporcionada sensorialmente y la actividad cerebral sobre esa información, lo que consideramos realidad.
Lo que la moderna ciencia neuronal propone, es lo mismo que habían anticipado Mach y sus discípulos. El cerebro humano, que la evolución ha construido, existe fundamentalmente para proteger al individuo. Es una máquina predictiva respecto de los datos sensoriales que le llegan. A cada instante está realizando predicciones, para minimizar los errores.
El mundo es una construcción activa, dicen los científicos. No vemos las cosas como son, sino como somos nosotros. El materialismo de Lenin, por lo tanto, resulta ser un materialismo ingenuo.
La realidad puede ser más compleja que lo que pensaba el materialismo del Siglo XVII. Lo demostró la revolución cuántica con la que se inició el siglo XX, Lo demostró la Relatividad de Einstein, quien en muchas ocasiones mostró su gratitud hacia Ernst Mach, su mentor.
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José Luis Toro es periodista y abogado